jueves, 12 de mayo de 2011

Las fantasías de Carlos camino del juego.


Abandonamos la caverna materna, donde hemos ido preparando el desembarco en la realidad de la vida externa, y dejamos atrás las sensaciones captadas a través de la piel de nuestras madres e interpretadas según nuestra fantasía.
Nacemos, ahora, a la luz exterior y todo lo que nos rodea también es fantástico: los objetos, los rostros y voces de las personas, las caricias, besos y abrazos que recibimos, el tacto de las materias y el sabor de la leche materna.
Seguimos creciendo e interpretando el misterioso mundo cercano según nuestro propio juicio. Escuchamos nanas, canciones, cuentos e historias fantásticas; contemplamos películas animadas que nos atrapan potenciando nuestra creatividad.
Recibimos explicaciones a nuestras preguntas, cargadas de imaginación: el ratoncito Pérez, el hombre del saco, las hadas madrinas y los ángeles de la guarda, los reyes magos, dios, bob esponja, santos, demonios y demás personajes literarios infantiles.
Llega un momento, una edad, el inicio de la etapa escolar, cuando comienzan a derribar el mágico mundo, contándonos otras versiones diferentes de aquello que atrapan y transmiten los sentidos a nuestro flexible y sorprendido cerebro.
Nos dicen que el árbol, que acabamos de colorear en rosa, no está en la naturaleza, que es imposible que un barco navegue en un mar de nubes, que los simpáticos fantasmas que vemos por la noche en nuestra habitación tampoco existen, que el caballo azul no puede casarse con la barbie pelirroja y que los reyes magos son los padres, entre otras mentiras y falsedades.
Todos esos mitos y fábulas personales y sociales, que hemos creído a ciencia cierta hasta hoy, son desmontados, destruidos para siempre dejándonos a la intemperie de otra realidad que nos cuesta aceptar, pues ayer vivíamos en otro mundo para nosotros más real, creíble y atractivo que el de los adultos.
Tan sólo nos queda el recurso de conservar la fantasía y seguir viviendo en nuestra nube de ilusión, mientras nos comportamos como seres aparentemente racionales.
Admitimos cualquier explicación, científica razonada y también fabulosamente soñada o inventada, a las dudas que siguen llamando a la puerta de nuestra curiosidad.
Si todavía desconocemos el origen del Universo, sus límites y su destino ¿quién puede estar seguro de algo?
¿Por qué no continuar fantaseando como el pequeño Carlos camino del juego?