jueves, 12 de noviembre de 2015

La hojita.


Era cierto. El otoño las cuidaba, hacía lo que podía para mantenerlas vivas. Las trataba mejor que nadie, las mimaba, las quería a todas por igual. No quería perderlas, a ninguna. Eran sus amigas y prefería verlas en el árbol a imaginarlas fundidas con él.
Y ellas le correspondían. Cada vez que lo veían llegar se agitaban y susurraban. Todo el campo las veía y escuchaba esos susurros, eran como canciones de amor que alegraban a todos.
Pero sí, inevitablemente el otoño seguía haciendo su trabajo y por mucho que quisiese ver a sus hojas pegadas al árbol, llegó ese día en el que les tocó caer. Cuando lo vieron aparecer, aunque ya no se les notaba, se volvieron a poner coloradas. Es lo que tiene el amor! ... y cayeron, una tras otra, a su lado, encima de sus pies, las más atrevidas se posaron un momento en su hombro, y así, una a una fueron cayendo todas.
Pero una, solo una pequeña hoja, la más pequeña, se quedó arriba colgada del árbol. Era una hoja de las que más desapercibida pasaba pero era la hoja que más enamorada estaba del otoño. Durante todo el tiempo, mientras sus compañeras coqueteaban, ella se dedicaba a pensar y sin dejar de mirarlo pensaba y pensaba la forma de mantenerse para siempre unida al árbol para poder verlo pasar cada día. No conseguía descubrir cómo hacerlo y cada día se sentía triste y se resignaba.
El día que todas empezaron a caer, ella con sus ojos cerrados se resignó a su suerte. Procuro no mirar para no ver, no moverse para no sentir, procuró no latir...

Un silencio absoluto se adueñó del campo. Después, las pisadas de un humano, a continuación el sonido de un rastrillo y algún llanto apagado de alguna hoja suelta y después otra vez el silencio. La hojita se quedó helada. ¿Dónde estaba?, no se atrevía a abrir los ojos ni tan siquiera a moverse. Pero entonces sucedió algo: escuchó su brisa y sintió sus caricias....era él, su otoño. Abrió los ojos y allí estaba, seguía colgada del árbol, y bailó, sin parar, el amor que sentía por su querido otoño había obrado el milagro, permanecería en el árbol, como poco hasta la siguiente estación en la que otras hojas volverían para hacerle sombra. Mientras tanto ella sería la única que seguiría viéndolo y amándolo. 

LR