domingo, 12 de junio de 2011

La flecha amarilla.


Acabo de encontrar esta flecha amarilla en mi camino, creo que se trata de una indicación con doble sentido: el propio de la dirección que marca y el subjetivo de la situación social, política y económica que indica.
Hemos llegado hasta aquí conduciendo alocadamente por la izquierda, como en Londres, y los resultados parece que no son satisfactorios: nada satisfactorios y desalentadores, provocando indignación en las gentes menos contaminadas.
Bien es cierto que las carreteras estaban colapsadas por el tráfico de influencias e intereses de kamikaces dispuestos a obtener grandes resultados y beneficios arriesgando sus potentes vehículos y comprometiendo nuestros modestos utilitarios.
La circulación era complicada pues las vías carecían de cualquier tipo de señalización: tanto horizontales como verticales, sin límites de velocidad ni radares que captaran, fotografiaran y denunciaran los excesos del capital, dispuesto a batir récords de burbujas anteriores, y los desatinos y despilfarros del falso socialismo de zapatería.
He frenado al ver la señal, la primera señal desde hace muchos kilómetros y demasiado tiempo. Parece indicar que me desplace a la derecha y hacia abajo. Es posible que encontremos rebajas de bienestar y recortes de libertades y derechos. Descenderemos en calidad de vida en este oscuro presente y en el incierto y gris futuro que se avecina.
Conducir alocadamente por la izquierda, en una autopista privada, sin orden, señales y límites, nos ha llevado al lado derecho, y en caída libre, de la parábola descrita por los mercados de capital.
Feliz aterrizaje forzoso.