Había una vez un circo, un circo
político y mediático, con presidentes equilibristas y payasos independentistas,
llenos de rabia y de ilusión. Un circo endeudado hasta las cejas, tirando el
trapecio por la ventana y dando cada día una nueva y absurda función. Yo no
quise entrar a verlo, pero era tan grande el escándalo que se escuchaba en toda
la nación, de naciones no, de sinrazón.