Dejamos que el líder vaya por delante, marcando el ritmo, abriendo camino y afrontando primero las dificultades. No es nuestro líder, tampoco le seguimos pero vamos al mismo sitio, en la misma dirección, a nuestro ritmo, a lo alto de la montaña para contemplar el horizonte.
No creemos en los líderes, ni los necesitamos para nada. Lideramos nuestras vidas y nuestros destinos, aunque en muchos momentos desconfiamos incluso de nosotros mismos.
Tarde o temprano chocaremos con él, o con ella: la líder, en el momento que intente dirigir nuestros pasos y controlar nuestro pensamiento libertario. Ya lo hemos hecho en otras ocasiones a lo largo de nuestra historia, nos hemos enfrentado a ellos, sin importarnos sus edades, fuerzas o galones, y vamos a seguir haciéndolo, siempre, defendiendo nuestro territorio, obligándoles a retroceder y a que nos respeten.
No necesitamos líderes, tan sólo compañeros y compañeras de viaje, libres, como nosotros.