Limpias y mansas bajan las aguas,
sorteando piedras y entonando un rumor que serena el alma. En el monasterio,
junto al río Batuecas, un cartel de madera invita a la vida contemplativa. Dos
Carmelitas descalzos, por el camino de la oración y de la espiritualidad, salen
a mi encuentro.