sábado, 19 de noviembre de 2016

Nadie.


Nadie es poeta en su tierra ni pastor en los mares ajenos. Pero si se trata de escribir unos versos para que den la vuelta al mundo, mejor arrojarlos al fuego y contemplar cómo se transforman en humo. Será el viento, que sopla de otoño, quien transporte el aroma de un poema que nació muerto.