Llega un momento en tu vida, o en
la mía, a partir del cual casi todo te da igual. Pierdes el sentido del
ridículo, porque tan ridículo es lo que tú hagas como lo que hagan los demás.
Te expones y largas lo que te da la gana, sin ganas de a nadie menospreciar.
Aprendes a decir que no, educadamente, y a decir que sí cuando sí quieres
decirlo. Vas y vienes a tu antojo aunque te miren de reojo. Puedes llamarle
libertad o imbecilidad, qué más da, pero a partir de ese momento tu vida, sin
duda, cambiará.