La noche se presentaba en vela,
dándole vueltas a la cabeza, pendiente de una llamada, de un grito de socorro o
de alarma. Yo no podía hacer nada, salvo estar con ella en la distancia,
escuchando sus pensamientos y animándola con mis mudas palabras. Ojalá y todo
fuera bien y el día amaneciera en calma.