Desde tu barco, perdido en alta mar y sin faro que lo oriente, llega una botella de vidrio rojo esmerilado, traída a mi orilla por olas de marejada interna, con el siguiente mensaje: "No es nada preocupante, aunque intuyo cual es el motivo. Quizá más adelante te lo cuente, pero de momento no puedo".
Y mi inquietud aumenta esperando noticias que informen de tu estado. Acudo a orillamar todas las tardes dispuesto a rescatar del agua nuevos mensajes que me saquen de dudas e incertidumbres, pero nada llega, salvo mi desespero.
Ni mis amigas gaviotas que sobrevuelan las costas, ni mis queridas sirenas que surcan los mares, me traen noticias tuyas. Tal vez sea el momento de hacerme a la mar e ir a tu encuentro confiando en que los vientos amables me lleven cálidamente a tu lado. O continuar esperando, amarrado al pasado, en el deseo de contemplar, amaneciendo en el horizonte, la blanca vela de tu barco regresando, por fin, a puerto.