A través del espejo vemos pasar la vida por detrás de nosotros, lenta y cadenciosamente. Tenemos miedo a girar nuestro cuerpo ciento ochenta grados y enfrentarnos a la realidad que nos hiere. Podemos demorarlo el tiempo que consideremos oportuno, pero tarde o temprano, si pretendemos escapar de ese reflejo, tendremos que hacerlo. Porque un reflejo no es nada más que una realidad ficticia. ¿Acaso debemos invertir nuestro tiempo en algo que solo existe mientras permanece encendida la luz?