sábado, 26 de octubre de 2013

YGHBN


Y grises horas bordeando noches. Noches de insomnio girando alrededor de un pensamiento atascado en su mente. Horas y horas esperando ver la luz filtrarse por las rendijas de un nuevo amanecer.  Era su castigo, su penitencia por la cobardía que tiempo atrás la arrojó a las tinieblas. No pudo, o no quiso dar un paso hacia adelante y ahora sufría las consecuencias.

Pero no todo estaba perdido, una llamada  de teléfono en la madrugada la puso en alerta y disparó los resortes que la sacarían de ese triste letargo. Era él quien la convocaba, dentro de un par de horas, a un café a la hora de siempre y en la cafetería cómplice que cada mañana, no hace tanto, los acogía  para mirarse a los ojos y celebrar la vida.

Receló en un primer momento pero no pudo abandonar la idea de volver a verle. Una ducha fría despejó por completo su mente y tensó los músculos de su cuerpo. Dispuesta a dejarse llevar esta vez por aquello que le dictará su corazón se vistió deprisa y se lanzó a la calle para estirar las piernas  y ver amanecer en el parque.

Puntual, como nunca lo había sido, entraba en la cafetería y, con el corazón a punto de escapársele,  miró a ambos lados buscándole. Y allí estaba él, en el taburete de siempre ojeando El País y saboreando un cortado hirviendo.

Se situó a su espalda sigilosamente y, con voz temblorosa, pronunció un “hola” repleto de emociones contenidas. Él giró la cabeza, se levantó del taburete, la miró fijamente a los ojos y cayeron juntos en un prolongado abrazo de siete segundos, era el tiempo establecido para transmitirse, sin palabras, todo lo que habitaba en sus almas.

Y allí quedaron, frente a frente, contándose sus vidas como si nada hubiera ocurrido desde aquella  última vez que compartieron un café para dos.

Desconocemos qué aconteció tras ese emotivo reencuentro. No hemos vuelto a tener noticias de ellos pero, llegado el caso, daremos cuenta de la evolución de esta apasionada historia en cualquier momento. Permaneced atentos.