La estación estaba vacía,
abandonada a su muerte. Si un día fue parada obligada del tren Botijo camino de
Levante, con vagones de madera y almuerzo de tortilla de patatas, ahora sólo la
habitaban recuerdos. El cerro de enfrente pasó de ser soporte publicitario de
CYNAR, bebida imposible de hierbas y alcachofa, a cantera hasta perder su alma
y también su piedra. El paso del tiempo es así, nostálgico e implacable a la
vez, en una estación de paso.