lunes, 7 de diciembre de 2015

Mirando al mar.


Mirando al mar desperté de un largo sueño. No era un mar rojo, teñido de sangre, ni un oscuro mar gris, casi negro. Tampoco se trataba de un mar muerto, aunque los peces no se atrevieran a nadarlo. Era un profundo mar interior, un océano de dudas sin sentido el que por fin ahogó mi sueño y me arrojó a la orilla de la realidad, de esta terrible hiperrealidad que ahora me ciega impidiéndome ver más allá de las olas.