Mirando al mar desperté de un
largo sueño. No era un mar rojo, teñido de sangre, ni un oscuro mar gris, casi
negro. Tampoco se trataba de un mar muerto, aunque los peces no se atrevieran a
nadarlo. Era un profundo mar interior, un océano de dudas sin sentido el que
por fin ahogó mi sueño y me arrojó a la orilla de la realidad, de esta terrible
hiperrealidad que ahora me ciega impidiéndome ver más allá de las olas.
1 comentario:
Vuelve a dormir.
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