Voy paseando sobre una alfombra
de hojas, unas secas, otras tiernas, otras ni una cosa ni la otra y las dos
cosas a la vez. Camino y pienso, y siento. Noto el aire fresco que me da en la
cara. Se está levantando viento, parece que va a llover. Las hojas empiezan a
revolotear a mi alrededor. Se mueven cada vez más rápido y alguna que otra sube
a mis zapatos. Las piso y es cierto que unas cuantas crujen. Me paro a
mirarlas. Si me fijo bien puedo leer lo que hay escrito en ellas, historias del
pasado. Éstas son hojas nuevas, pero da igual, cada año se repiten y nos hacen
rememorar aquello que ya pasó.Recojo una del suelo, la más
bonita, todavía no está seca del todo, pero casi. La voy a poner entre las
páginas del libro que me estoy leyendo ahora: "el amante japonés", me
servirá de marcapáginas hasta que se seque y se rompa, y mientras tanto, cada
vez que abra mi libro y vea la hoja, lo recordaré, a él, a ese amigo que me
susurra al oído lo que quiero escuchar: palabras, frases, historias y
sentimientos , a ese amigo que escribe para mí alguna que otra vez, a él, que
me acompaña en las buenas y sobre todo en las malas. Me recordará las veces que
está a mi lado sin estar y las que está estando, pero sobre todo me hará soñar,
soñar y desear que llegue el día en el que una de esas hojas entre por mi
ventana, me acaricie suavemente la cara y me susurre al oído lo mucho que me
ama.
LR