sábado, 3 de septiembre de 2011

Mi luz.



Mi luz, he aquí mi luz, la luz de poniente, del oeste, que marca mi origen celta e indica mi destino final en el este, en el Mediterráneo, recorriendo el camino inverso al Sol, como mi vida: en continuo retorno hasta alcanzar la iluminación.

Mi oscura sombra.



Mi oscura sombra me acompaña cuando aparece una luz dispuesta a iluminarme.
Se deja proyectar en cualquier sitio: paredes, suelos, espejos, e incluso en la superficie del mar, pero sin mojarse.
Cuando cesa la luz que la proyecta regresa inmediatamente a mi cuerpo adoptando mi figura.
Me cuenta las experiencias vividas a ras del suelo, mirando siempre hacia arriba, contemplando las piernas que se elevan, desde tacones imposibles, hacia el infinito.
No le importa que la pisen, no siente dolor ni huele los desechos orgánicos, pero le molestan los ciclistas de acera cuando le tocan el timbre para que se aparte.
En ocasiones se entretiene charlando con alguna sombra femenina, de falda corta, y tengo que esperar pacientemente o tirar de ella para no llegar tarde a mis citas.
Llevamos tantos años juntos, hemos crecido a la par y andado y reído lo indecible, que somos amigos inseparables, no podríamos pasar el uno sin la otra.
Lástima cuando se apague la luz, definitivamente, y ella quede viudo y yo muy triste.