En los ejidos de un pasado común volvimos a encontrarnos, casualmente, un doce de septiembre. Era Feria, aunque no teníamos nada que celebrar. Tú lucías minifalda manchega y yo barba de dos semanas y media. Nos miramos a los ojos como quien mira al sol en pleno verano, con miedo a quedarnos ciegos de amor nuevamente. ¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Pudiste decir con voz entrecortada. Yo no supe qué contestar y sólo dije una sonrisa en un primer momento. Luego se desató mi voz y no paré de hablar hasta decírtelo todo, todo lo que no me atreví a decirte en el pasado. Y ya no recuerdo más o no sé si lo he soñado. El caso es que volví a perderte entre la muchedumbre que, a nuestro alrededor, deambulaba.