“Bernardo Soares, auxiliar contable de una pequeña firma comercial, bien puede pasar de regreso del trabajo, camino de su cuarto alquilado, cada tarde, en medio de un claroscuro morado. Allí en el tedio de una habitación gris, este hombre ni viejo ni joven, con la edad que tienen las almas, piensa, divaga, monologa y asiste en silencio al espectáculo de sí mismo”.
Ángel Crespo (Traductor).
Como mi colega Bernardo Soares, de la calle de los Doradores, en la Baixa lisboeta, yo también me confundo en dos contabilidades: Una, la de la Compañía Solidaria; otra, la de mi vida solitaria. La primera con números y cifras frías, algo complicadas; la segunda con palabras a veces tristes y desesperadas, otras alegres y esperanzadas.
En la húmeda y gris oscuridad de los asientos, de los balances y de las cuentas de resultados surgen ideas luminosas y sentimientos contrapuestos para ser anotados y expresados en otro cuaderno de viaje interior, personal e íntimo.
Doy cuenta de “las cuentas” a directivos y auditores externos; doy cuenta de mí mismo a otras almas confiando en que la acojan con cierto interés literario y mucho cariño y comprensión, siempre de mi agrado.
La contabilidad registra movimientos, transacciones y cambios de valor en el patrimonio que, una vez analizados, ayudan a tomar decisiones, arrojando luz para continuar con éxito en el rumbo de la empresa. Mi contabilidad personal apunta sensaciones, inquietudes, incertidumbres, sentimientos y emociones que reflejan mi estado de ánimo en cada momento de mi vida, y en cada uno de mis sueños, manifestando grandes sombras umbrías y algún luminoso destello que, a modo de auditoría interna, marcan el camino recorrido y anticipan mi incierto destino.
El Chema y él. Castillo de San Antón (La Coruña).
“Todos tienen, como yo, un corazón exaltado y triste, los conozco bien (…) pero todos, pobrecillos, son poetas, y arrastran, a mis ojos, como yo a sus ojos, la igual miseria de nuestra común incongruencia. Tienen todos, como yo, el futuro en el pasado.”
Bernando Soares.
Ángel Crespo (Traductor).
Como mi colega Bernardo Soares, de la calle de los Doradores, en la Baixa lisboeta, yo también me confundo en dos contabilidades: Una, la de la Compañía Solidaria; otra, la de mi vida solitaria. La primera con números y cifras frías, algo complicadas; la segunda con palabras a veces tristes y desesperadas, otras alegres y esperanzadas.
En la húmeda y gris oscuridad de los asientos, de los balances y de las cuentas de resultados surgen ideas luminosas y sentimientos contrapuestos para ser anotados y expresados en otro cuaderno de viaje interior, personal e íntimo.
Doy cuenta de “las cuentas” a directivos y auditores externos; doy cuenta de mí mismo a otras almas confiando en que la acojan con cierto interés literario y mucho cariño y comprensión, siempre de mi agrado.
La contabilidad registra movimientos, transacciones y cambios de valor en el patrimonio que, una vez analizados, ayudan a tomar decisiones, arrojando luz para continuar con éxito en el rumbo de la empresa. Mi contabilidad personal apunta sensaciones, inquietudes, incertidumbres, sentimientos y emociones que reflejan mi estado de ánimo en cada momento de mi vida, y en cada uno de mis sueños, manifestando grandes sombras umbrías y algún luminoso destello que, a modo de auditoría interna, marcan el camino recorrido y anticipan mi incierto destino.
El Chema y él. Castillo de San Antón (La Coruña).
“Todos tienen, como yo, un corazón exaltado y triste, los conozco bien (…) pero todos, pobrecillos, son poetas, y arrastran, a mis ojos, como yo a sus ojos, la igual miseria de nuestra común incongruencia. Tienen todos, como yo, el futuro en el pasado.”
Bernando Soares.
1 comentario:
Todo cuanto escribes me conmueve, ser partícipe, a través de la lectura, de tus nostálgicos delirios me permite fisgonear en un alma inquieta, indecisa, con fuertes deseos de sentir nuevas experiencia pero que actúa con cautela por los posibles presagios de fracaso.
Que tu alma siga volando, lejos y regrese siempre.
Una admiradora
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