martes, 22 de febrero de 2011

Sólo nos queda el silencio.


Cuando cesa la comunicación de toda índole: verbal, gestual, sentimental y sexual, cortamos la línea roja inalámbrica que nos mantiene conectados para transmitirnos los sueños, las esencias, los quejidos, las inquietudes y las maravillas que nos impactan y nos preocupan; sólo nos queda el silencio, sin más.
Enmudecemos porque ya no tenemos nada más que decirnos, nada que compartir, nada que discutir, nada que vivir juntos, ahora y mañana y nunca.
El agradable y tranquilo sonido del silencio nos permite prestar atención al ritmo de nuestros corazones, que ya laten por separado, dispuestos a sincronizarse con otros que marquen el ritmo de otra vida futura y comunicada.
Busquemos aquellos gratos recuerdos, que siempre hubo, como telón de fondo a esta bonita historia de amor con final menos feliz.
¿Nos queda alguna llamada pendiente? Tal vez.

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