Amanece, contemplamos el amanecer: la alborada que regresa cada día renovando nuestro compromiso con el tiempo y con nuestro destino.
Admiramos el sol que retorna cálido a iluminar el presente, a veces gris y triste, devolviendo a nuestros corazones aquellos sentimientos perdidos u olvidados en el trajín de la rutina enajenante.
Sentimos algo especial en nuestro interior: esa luz que penetra por los sentidos y tiñe el alma de esperanza.
Gozamos la soledad elegida, aquí en lo alto de esta montaña que representa la vida y que hemos ido ascendiendo lentamente, con cierta dificultad, para contemplar el horizonte del pasado, ahí abajo, en la tierra que despierta.
La luz del cielo aurora llega anunciando el instante mágico que nos hechiza y nos hace volar en el planeta de los sueños, orbitando alrededor de nuestros deseos imposibles.
Callamos, no necesitamos expresar con palabras la emoción que sentimos porque sintonizamos la misma onda, nos limitamos a contemplar en silencio, roto por el dulce trino de los pájaros, la luz sonrosada del amanecer que nos mira atónita invitándonos a iluminar nuestras vidas a su lado.
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