Querida sombra esmeralda, hoy hace un año que nos conocimos. ¿Recuerdas aquella fría noche de calles vacías y hogares rebosantes de gentes celebrando la nochebuena con alegría? Vagaba a la deriva por la ciudad, pues no soy muy dado a celebraciones, y al verte de lejos no pude resistir la tentación de conocerte, subí al balcón para admirar de cerca tu encanto. Desde entonces todas las noches, salvo aquellas que por motivos de viaje de mi dueño no pude hacerlo, he venido a visitarte.
Tú permaneces estática y como ausente mirando hacia otro lado, indiferente, mientras yo te observo con cariño y esperanza de escuchar, alguna noche, tu voz, que espero sea tan suave y atrayente como tu color y tu silueta.
No creas que me canso de venir noche tras noche a hacerte compañía. Hoy, como recuerdo de nuestro primer aniversario, te traigo estas flores que dejo a tus pies, confiando en que no se congelen y despierten en ti algún oculto sentimiento, no importa si es de cansancio o aturdimiento por mi reiterada actitud.
Tengo ya que marcharme, pues esta noche debo atender a las sombras de mi familia, pero mañana, de nuevo, volveré a visitarte con la misma gran ilusión de todas las noches. Hasta mañana.
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