Al final de la tarde alumbramos otras realidades.
Cansados de movernos entre cifras y partidas presupuestarias, intentando cuadrar las cuentas ajenas, desconectamos las luces fluorescentes para dar paso a ambientes más cálidos y personales.
Nos apartamos de las grandes avenidas, y de calles comerciales transitadas, para perder nuestros pasos en estrechos callejones de casas blancas que permiten contemplar el cielo azul, adornado de nubes de algodón, en su tránsito hacía la noche y admirar los verdes campos de primavera que se extienden en el horizonte.
Y es entonces, en este relajado ambiente, cuando llegan las imágenes, las sensaciones y los momentos especiales que nos conectan con otra realidad más acorde con nuestra esencia.
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