La casa que habito en el bosque, de paredes, suelo y techo de ramas secas y paralelamente clavadas, es una mágica casa desvencijada, de ventanas no acristaladas, elevada de la tierra y sin puerta de entrada.
Acoge mi alma infantil, huérfana de materia, liviana, inquieta, curiosa y evanescente a tu mirada.
Comparto mi vida, rodeada de pinos, tomillos, encinas y romeros, con juguetonas ardillas que corretean en troncos y ramas; palomas torcaces, grises y blancas; pajarillos discretos; pequeños roedores y búhos de noche.
La casa que habito no es una casa fantasma, soñada despierta o imaginada. Es tan sólo una casa perdida en un bosque cualquiera que acoge a mi infantil alma.
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