"En las nubes flotamos y nos movemos libremente. Sentimos el cálido viento que nos impulsa y el aire mágico de nuestros vapores que se mezclan y fusionan en una gran nube de emociones compartidas".
Una nube, de tristes lágrimas vaporizadas, se eleva a la atmósfera una tarde de verano dejándose llevar, al capricho de los vientos dominantes, con destino incierto.
Ya en el cielo, tras sobrevolar campos ocres y amarillos de La Mancha llega, lentamente atraída por la nostalgia, a la orilla del mar anclándose al faro de sus antepasados, de su memoria.
Cúmulo de sentimientos con forma de nube de desarrollo vertical, dispuesta a llover en tormenta de final de la tarde para aliviar el peso emocional que carga en su vientre. Y, tras la tormenta, liviana y débil, se encuentra, a corta distancia, con otra nube misteriosa llegada de mar adentro.
Confrontadas por las brisas de la mañana, y seducidas por el vuelo y el canto de gaviotas planeadoras, se dejan querer penetrando la una en la otra, suavemente, mezclando sus vapores, compartiendo un mismo volumen y fusionándose en una nube única que alberga dos almas gemelas e inquietas.
Así, en ese estado de gracia, permanecerán hechizadas hasta disolverse, imperceptiblemente, una fría mañana de otoño, en la bruma envolvente de un cielo metálico.
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