Esta tarde, de regreso a la ciudad, conduciendo, contemplaba a mi derecha un magnífico sol anaranjado sumergiéndose en un mar de rastrojo. En el mismo instante, a mi izquierda, la Luna, en todo su esplendor, anunciaba el reino de la noche llena. No, no hay foto, dadas las circunstancias, del citado espectáculo. No es necesario huir en busca de otros escenarios para admirar la belleza que nos rodea, tan solo nos basta con estar atentos y despiertos para poder encontrarla. Pero hay tanto ruido ahí afuera y tanta bruma en nuestros ojos que a veces nos impiden ver lo esencial y obviar lo superfluo.
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