Y aquel humilde soldado,
enamorado de su reina, miraba todos los días desde el patio de armas a la
ventana de los aposentos de su señora con la esperanza de poderla ver un
instante. Pero el rey estaba celoso porque intuía que también la reina amaba a
su soldado y por eso enviaba cada día al sol para que con sus rayos iluminase
intensamente la ventana de la reina para que nadie pudiese mirar sin cegarse. El soldado estaba triste y ante
la dificultad e imposibilidad de verla y amarla como él quería endureció su
corazón, pero nada pudo retener el amor que su alma sentía.
LR
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