A música celestial sonaban sus
palabras divinas, no por lo que decían, que era bien poco, sino por el alma que
ponía al pronunciarlas. Cuando se apagaba su voz el silencio se oía más fuerte
que nunca, tal era su encanto. Hace tiempo que dejó de hablarme, desde entonces
sólo escucho el eco de su voz perdido en la bóveda de mi memoria.
1 comentario:
Enmudeció, por dolor
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