Fue condenado a seis meses y un
día sin poder escribir por forzar el lenguaje. Argumentó, en su defensa, que no
le quedó más remedio, pues en aquel crítico momento de desamor no encontró la
palabra adecuada para expresar lo que sentía. Desde entonces sólo habla, aunque
no habla solo, pero no dice nada.
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