Le llamaban el hombre de las dos
caras y nunca supe porqué hasta el día que me crucé con él en la galería.
Miraba de reojo a ambos lados, huyendo de tu mirada. Cabeza rasurada, bocas
abiertas y gesto asombrado, como queriendo no dar la cara. Allí quedó, atrapado
en un cuadro y acrecentando su fama.
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