No, no lo dijo el poeta, no se
atrevió a decirlo, no estaba de amor ese día. Tuvo que ser un notario gris
quien diera fe y poca esperanza. Levantó acta sin más protocolo y allí, en
papel timbrado, con nuestras firmas dimos por terminado nuestro contrato. Tú te
quedabas con tus reproches y yo con la lavadora, el frigorífico para ti los
días impares y para mí las latas vacías de la cocacola. Porque más vale un mal
acuerdo que convivir más de siete años con la misma pareja.
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