Y llega una tarde, cualquier
tarde, y te asomas a la plaza a través de las ventanas del casino, y ves que
las torres siguen estando ahí desde los tiempos del maestro Vandelvira, y
sientes que tú, aunque eres el mismo, ya no eres el mismo, y que más pronto que
tarde todo seguirá igual de triste y solitario ahí afuera, pero tú ya no
estarás detrás del cristal para comprobarlo.
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