La conoció allí, en el
cementerio. Fue pasar al lado de su tumba, ver su rostro, fijarse en ella, leer
su nombre y hacer una foto. Algo sintió que le llevó a interesarse por su vida.
Buscó y la encontró. Profesora de yoga, cincuenta y un años, una vida alegre y
serena junto al mar, lejos del país que la vio nacer. Se enamoró, aún sabiendo
que estaba muerta, porque el amor es un sentimiento que no atiende a razones.
Desde entonces le lleva flores, le escribe versos y sueña encontrarse algún
día, en el más allá, con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario