En amor a dos vivían y cada día,
desde que amanecía hasta que anochecía, se desvivían en cariñosas atenciones.
Gestos, caricias, besos, sonrisas, abrazos y toda la artillería desplegaban en
sus furtivos encuentros. No se agotaba el amor ni se apagaba el deseo. La
historia jugaba en su contra, el futuro no llegaba nunca, pero instalados en el
presente administraban el tiempo y estiraban las horas. No pretendían ser
felices porque, a pesar de todas las inclemencias, juntos y en amor a dos ya lo
eran.
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