Vacías estaban las calles, tan
sólo algún perro humanitario paseaba a su dueño en aquella tarde gris, aburrida
y triste. Encerrados en las casas, por Real Decreto, la vida se desenvolvía de
puertas hacia dentro. Las redes sociales mantenían el contacto entre las gentes
y organizaban eventos a la caída de la tarde. A mí me pilló solo, pero sin
sensación de soledad, pues desde que nací he sido solitario y me encuentro a
gusto conmigo, también cuando estoy acompañado. Vimos en las pantallas la misma
película en China y en Italia y nunca pensamos que pudiera ocurrirnos lo mismo
a nosotros, quizás porque no quisieron alarmarnos y porque somos muy confiados.
Hay quien se ha puesto a filosofar, a meditar, a reflexionar, también a
criticar, pero todos, cada uno desde el papel que nos corresponde, intentamos
salir adelante, porque la vida sigue mientras no nos llegue la muerte.
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