Yo, que casi nunca estaba dentro,
ahora paso las horas de la tarde sentado frente a la ventana. Veo el cielo,
leo, observo a los vencejos y escucho sirenas y aplausos que llegan de la
calle. He descubierto un mundo interior, una frontera y detrás de los cristales
una vida en cuarentena. A última hora, si el día no está gris, baja el sol
saludando y diciendo adiós tímidamente. Sé que esto acabará pronto, pero no sé
si después de esta experiencia decidiré quedarme dentro de casa para siempre.
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