Cuando eres consciente de que esa unión con esa persona ya no aporta nada a tu vida y te mantiene aferrado a puerto, es el momento de romper amarras, levantar el ancla, enfilar la bocana y hacerte a la mar. Navegar libre, con las velas hinchadas, a la aventura de la vida, a descubrir nuevos mares y surcar océanos desconocidos. Siempre será mejor hundirte en alta mar y descender a sus fondos, allí el agua es más limpia y los peces te harán compañía, que permanecer estancado en un puerto triste y lóbrego, de aguas turbias, sin esperanza, ilusión, ni vida.
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