Era una chica valiente y atrevida, no tenía miedo a nada, ni nada se le resistía. Con la mirada fija en la cima y las manos blancas, se agarraba a la roca y, mientras ascendía, no pensaba. Yo le daba cuerda y carrete, por asegurarla, pero no lo necesitaba. Podría haber subido sin asistencias, como un ángel sube al cielo. Tanta era su fe y su determinación que ningún reto la paralizaba. Tendrías que ver su cara de felicidad y de satisfacción cuando coronaba y se asomaba al abismo. Un día voló, buscando cumbres más altas, y ya no supe más de ella. Seguro que andará por ahí arriba tocando las estrellas.
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