Siempre tuve la sensación de ser la oveja negra. Pensar y actuar diferente. Romper clichés e ir a contracorriente. No era una impostura, era una necesidad vital, algo natural que nunca me supuso ningún esfuerzo. Hay un precio que hay que pagar por ser así, pero también hay un beneficio, el de poder descartar a quien nada te aporta y centrar tu atención en un puñado de personas, esas que sí que suman y me importan.
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