La vi pasar y nuestras miradas se encontraron un instante, segundos después la nostalgia quedó reflejada en la memoria del retrovisor, para siempre. Desde entonces, cuando viajo y miro hacia atrás, a través de ese espejo, la veo alejándose cada kilómetro un poco más. La única esperanza que tengo es volver a verla venir de frente, en el parabrisas, dejarme atropellar, de nuevo, con su mirada y hacer un atestado.
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