En la ciudad del cielo, la Virgen de la Esquina te da la bienvenida.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Mango es una perra callada y respetuosa, educada, de una raza única y especial. Come dos veces al día y lleva una dieta sana, equilibrada y natural, nada de alimentos procesados. Le gusta jugar a la pelota y correr detrás de ella hasta atraparla con la boca, en eso no tiene hartura.
De un amor cualquiera sería fácil huir y encontrar otro igual que por algún tiempo me acogiera. Del tuyo, imposible escapar sin sufrir heridas que nunca cicatrizarían. Eres mi feliz condena.
Al final siempre veo la botella vacía y el último trago en la copa. No sé por qué, pero en ese momento es cuando más feliz y optimista me siento.
Entre rejas cumplo la condena
autoimpuesta, no hay indulto que me libere de ti ni amnistía que borre mi
delito, es una pena de amor y un amor que da pena.
Orillamar, emerge un sol de fuego que enciende un nuevo día. Quizás no sea este el mejor de tu vida, pero vendrán otros que curen tus heridas e iluminen tu sonrisa.
Acudía cada mañana a visitarla. Cierto que se trataba de una chica de escaparate, pero: ¿Acaso no era real? En el amor todo es posible e imposible a la vez.
Estoy en las nubes y me dejo llevar por cualquier viento sin oponer resistencia. Floto, evaporado en translúcidas partículas que reflejan todos los colores. Lluevo, granizo o nievo, desahogándome en insípidas gotas, hielos o copos de varios tamaños y formas. Sé que soy apenas nada y nada me importa, salvo seguir estando en las nubes entremedio del cielo y la tierra.
No busques un faro que pueda
guiarte, no mires al sol por el día ni a las estrellas de noche, tira la
brújula que llevas en la mochila y apaga el GPS del móvil, no se te ocurra
preguntar a nadie ni consultar ningún mapa, déjate llevar inconscientemente por
tus pasos al ritmo que marque tu corazón. Y si aun así no encuentras lo que
andas buscando, no te preocupes y sigue caminando hasta que tropieces contigo
mismo, ahí, tal vez, encuentres las respuestas y se encienda la luz para verlo
todo muy claro.
Tarde o temprano, en la cárcel del amor, el corazón se nos escapa de las manos buscando otras formas de expresión.
Les contaré, para que lo sepan, aunque ya deben saberlo, que hubo y hay un amor mutuo y recíproco, posible e imposible, loco y meditado, lleno y desbordante que no cesa y brilla más allá de las estrellas: infinito y eterno. Les contaré, para que lo sepan, aunque ya deben saberlo, y quedará escrito en los mapas celestes.
Sigo tu estela y asciendo contigo a lo más alto, al punto de inflexión de la atmósfera donde, una vez alcanzado nuestro rutilante objetivo, no queda más remedio que bajar para seguir respirando. Y en ese punto muerto de la curva sentimos, antes de dejarnos caer en picado, el límite de nuestras propias fuerzas y el de las resistencias ajenas que acotan nuestro vuelo libre y apasionado, amor.
Afortunadamente todo tiene su explicación, incluso aquello que, todavía, no llegamos a entender, pero lo nuestro, amor, es inexplicable.
Trepar y enredarnos hasta tocar el cielo. Metafóricamente y con la persona amada es un camino de flores.
Cada día que amanece hay un mar de posibilidades por delante. Unas estaban planificadas, otras llegan inesperadamente y las más especiales, como el amor, surgen de la nada.
No hay mayor dolor que el dolor provocado por quien salió de tus entrañas, dolor de madre desangelada.
Nunca dejamos de estar en los lugares y en los momentos donde fuimos felices. Pasa el tiempo, pero el recuerdo permanece. Nuestra memoria es selectiva, olvida tristezas, que también las hubo, y aflora alegrías.