Al salir de colegio, ella le
entregó un trozo de hoja de libreta plegado en cuatro dobleces. Horas antes, en
clase de Lengua y Literatura, él le había dicho: ¡Qué ojos tienes! Ahora, en
mitad de la plaza de Villacerrada, después de despedirse de sus amigos y de
leer el mensaje, era consciente de la pena que su amiga sentía, pero no era
demasiado tarde para decirle que él sí que la quería.
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