Por aquellas fechas el otoño seguía deshojando la margarita, unos amores se iban mientras otros venían, con tristeza y dolor los caducados, con esperanza y alegría los recién llegados.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Por aquellas fechas el otoño seguía deshojando la margarita, unos amores se iban mientras otros venían, con tristeza y dolor los caducados, con esperanza y alegría los recién llegados.
Leo periódicos atrasados, cuando las noticias ya han muerto. Escucho el silencio que me rodea, envuelto en ruidos rutinarios. Miro el mundo a través de mi cámara, pero sin atreverme a disparar para no tener recuerdos. Y cuando por fin te encuentro, en la tapia de una iglesia, una noche cualquiera, de cualquier ciudad inexistente, no puedo cerrar los ojos ni huir de tu belleza. En ese instante disparo a quemarropa para tenerte conmigo, aunque sólo sea en imágenes. Soy un fotógrafo furtivo, taciturno cazador de sueños.
No esperaba nada de ti, pero me ofreciste todo. Todo o nada, fue tu propuesta, y no ibas de farol. Yo doblé tu apuesta y jugamos, vaya si jugamos... hasta hoy.
Hasta que no se allana el camino, resulta difícil de transitar. Los obstáculos, el firme irregular, las subidas, las bajadas, el viento que sopla de cara, una lluvia embarradora y nuestros temores conforman el carácter y nos preparan para superar cualquier dificultad. Imposible es huir hacia atrás cuando detrás ya no hay nada.
Que sea tu mano la raíz que me sustenta y la brisa que eriza mi piel. Que sea suave en las caricias y firme en las tempestades. Que sea apoyo y también consuelo. Que sea alegre, dando palmas, y reflexiva, cuando escribas. Que sea tuya e independiente. Y que también sea mía y me deje tu huella, para siempre.
Aunque sea un verbo en desuso y un tanto proscrito, es difícil conquistar el corazón de una mujer, pero más difícil es, todavía, que a la vuelta de unos años y después de todo lo vivido, permanezca unido al tuyo.
Una lluvia de hojas, lenta y persistente, va alfombrando los caminos, tiñendo de ocres y amarillos el paisaje. Poco a poco, desnudos van quedando los árboles, bosques de troncos y ramas, esqueletos sin vida por unos meses. Otoño es tiempo de cambio, olvido de los excesos del verano y antesala del rudo invierno. Momento de reflexión, de hacer balance, de sentir la vida por dentro, de nostalgia y de silencio.
Multicolores hojas de otoño alfombran el camino y crujen mis pasos rompiendo el silencio que traía soñando contigo.19
No hay nadie que pueda cambiar tu pasado, pero sí hay alguien que comparte tu presente y orienta tu futuro. No eches la vista atrás, mira hacia delante.
Siempre hay alguien dispuesto a
llevar la contraria, romper el orden establecido y vivir a su antojo, por eso
destaca.
Llevas tantas cosas en la cabeza,
en el cuerpo y en el corazón, que yo solo debería ser un bálsamo, un ungüento
que aliviara tu pena y dolor. Despertar en ti una sonrisa y tejer un hilo de
esperanza del que tirar. Si no soy la solución a todos tus problemas, tampoco
quiero ser otro más. Quiero estar a tu lado para lo que necesites y
transmitirte amor, paz y felicidad.
Es una hoja de otoño, pero vemos un corazón y sentimos la pasión que circula por sus venas. Ver más allá, sentir y expresar, también es poesía.
Los peores mares para naufragar son los interiores, aquellos que llevamos dentro. Mares revueltos y agitados, oscuros y tristes, innavegables. Mares profundos, de olas locas y asesinas que golpean con fuerza donde más nos duele. Esos mares de dudas, miedos, sentimientos rotos y pensamientos hostiles, debemos evitarlos a toda costa porque jamás nos devolverán a la orilla.
El puente une tu orilla con la mía y nos conecta, salvando abismos y diferencias. Sin él lo nuestro sería una utopía, con él es una realidad que se manifiesta día a día. ¡Salvemos el puente!
Fuiste una bendita aparición, inesperada y sorprendente. Hemos disfrutado de momentos inolvidables y navegado juntos no con pocas dificultades, pero siempre salimos a flote porque hay un amor, entre tú y yo, que amanece cada mañana.
Antes de dar un paso en falso que comprometa tu vida, comprueba que el terreno que pisas soporta tu imprudencia. Si es así echa a andar sin miedo y si no lo es atente a la consecuencia.
El amor es un sorprendente interrogante que hay que dejar entrar, para descubrir lo que trae consigo, cuando llama a la puerta de tu corazón.
Quédate con lo que ves en el espejo, un espejo con muchos ojos para mirar la vida desde todos los ángulos posibles. Espejo que muestra lo que tienes detrás, aquello que has vivido en los últimos instantes. Un espejo que, al mirarlo de frente, te devuelve la imagen que ahora tiene de ti. No intentes mirar hacia adelante a través del espejo, porque un espejo no es una bola de cristal y nada adivina, ya vendrá el futuro a reflejarse en el espejo y entonces podrás comprobar que aquello que anhelabas no era una utopía. Y si en algún momento no ves nada, o lo ves todo negro, recuerda que un espejo en una noche oscura no refleja nada. En esos momentos, si quieres ver algo bello, cierra los ojos y comienza a soñar.
Las nubes navegaban por encima de sus cabezas llevadas por un viento cálido que susurraba narcóticas melodías de amor, mas él no prestaba atención a las señales de la naturaleza, toda su atención, sus cinco sentidos estaban centrados en la mujer que caminaba a su izquierda, justo al lado del corazón. Atento a sus gestos, a sus palabras, a su elegante caminar. Sí, podría haberlo conducido al borde de un acantilado y, concentrado en ella, habría saltado al vacío siguiendo sus pasos, tal era el encantamiento.
Lo confieso, después de tantos años sin arrodillarme frente a un confesionario para contar mis pecados más inconfesables a los oídos ciegos de un rancio sacerdote saturado de escuchar aventuras malvadas, y una vez decidido a hacerlo, te he visto, de nuevo, detrás de la reja que separa mi amorosa intención de tu atrayente presencia y, en el último instante, he decidido posponer mi acto de contrición y seguir pecando un poco más a tu lado, siempre, claro está, con tu consentimiento. ¿Acaso no sería mayor pecado ignorarte en base a no sé cuál mandamiento trasnochado?
Hemos llegado hasta aquí sin saber cómo hemos llegado. Tú te ofreces y yo te poseo, yo me doy y tú me aceptas. Aquello que nos separa, une, y lo que nos acerca, firme se mantiene. Y seguimos caminando juntos, paso a paso, sin dar el paso definitivo, cómo dos locos demasiado cuerdos.