Me gusta mirarte, desde el primer
instante que nuestras miradas se encontraron, sin querer, al azar del destino.
Desde ese día me asomo a tus ojos para ver lo que no ven los míos, pues tu
mirada es un océano de sentimientos donde es fácil, muy fácil, naufragar. Pero
también miro, y admiro, el resto de tu geografía antes de que mis manos, estas
manos que tan bien conoces, comiencen a recorrerte. Y cuando, entre cortinas,
te asomas a la ventana, en la penumbra de la habitación, ocultando tu cuerpo
desnudo a miradas ajenas, disparo mi cámara para obtener una imagen tuya que me
acompañe en los difíciles momentos que no estás a mi lado. Sí, me gusta
mirarte.