El tiempo se nos queda corto. Yo creo que nos engaña. Y cuanto más tiempo estamos juntos menos se estira. Las agujas corren en contra nuestra, tendremos que mutilarlas.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
El tiempo se nos queda corto. Yo creo que nos engaña. Y cuanto más tiempo estamos juntos menos se estira. Las agujas corren en contra nuestra, tendremos que mutilarlas.
Quienes más cuentan, en los viajes, son las gentes. Pregunta, escucha, atiende. No hagas oídos sordos, pues hay mucha sabiduría heredada en sus palabras.
Fue el reencuentro después de miles de kilómetros de distancia y más de un millón de segundos de tiempo congelado. Fue el reconocimiento de tantos sentimientos y atracciones mutuas. Fue ilusión, alegría, comunicación, cariño, comprensión, caricias, besos, abrazos, guiños, risas, alguna lágrima y mucho amor. Y fue ratificar lo que ya sabíamos, que juntos nuestras vidas saben mejor.
Un día te fuiste y ahora toca regresar. Volver al punto de partida, pero con nuevas vivencias dentro de ti. Alguien te estará esperando con ilusión, porque la distancia, cuando hay sentimientos de por medio, alimenta las ganas del reencuentro, del abrazo y de la unión.
Sigo las huellas de tus pasos en la arena caminando paralelo al mar. Veo a lo lejos tu silueta envuelta en el viento suave de la mañana e intento llegar a tu lado acelerando mi marcha. De repente, una ola intrépida se adentra en la playa destruyendo castillos de arena y borrando al instante las huellas de tu presencia. Levanto la vista y ya no te veo. Te adentras nadando en la mar batiendo con fuerza la cola de escamas brillantes que delata tu esencia de sirena traviesa y encantadora. Quizás regreses al final de la tarde envuelta en la luz del ocaso, estaré atento para escuchar tu canción y descubrir tus misterios. Si me dejas, quiero nadar a tu lado, siempre.
Dos fotos para el recuerdo, la suya y la mía, en Tobera. Puente medieval, humilladero del Santo Cristo de los Remedios y ermita románica de Santa María de la Hoz, a la orilla del río Molinar.
En los momentos más difíciles y en las situaciones más complicadas, siempre encuentras una salida, un camino, una esperanza.
En los viajes descubrimos lugares, paisajes, personas y costumbres. Vivimos situaciones, tenemos pensamientos, sensaciones y experiencias nuevas. Afloran sentimientos que se manifiestan en cualquier momento, pero fundamentalmente nos descubrimos un poco más a nosotros mismos.
El amor es así, lo sientes o no lo sientes, no se puede obligar a nadie a querer. El amor llega inesperadamente y también puede marcharse sin avisar, de repente. Es alegre y triste a la vez, cuando está y cuando desaparece. El amor llegó a mí vestido de ti y adoptando tus formas y tu manera de expresar y sentir. Así me enamoró, me enamoré de ti y así sigo, a pesar de todo, a pesar de ti y a pesar de mí. Y así quiero seguir estando porque, como dice la canción, estando contigo me siento feliz y es maravilloso.
Tú abres todas mis puertas, incluso aquellas que desconocía que tuviera. Tú eres la clave, la llave maestra que, sin darme cuenta, dio un giro a mi vida cuando estaba desencantado y perdido. Fuiste tú, no pudo ser otra, por eso te llevo conmigo.
No se trata de llegar muy lejos y de subir muy alto, se trata de encontrarte tú, a ti mismo, en el trayecto.
Lo que has deseado toda la vida, cuando menos lo esperas, llega. Llega a tu vida casi sin darte cuenta y cuando te das no te lo crees, porque parece imposible. Pero es real, como la vida misma. Ya no es un sueño, está aquí y puedes verlo, sentirlo y tocarlo. ¿Qué es? ¿Quién es? ¿De qué se trata? Te preguntarás si para ti todavía no ha llegado, pero no desesperes, confía, el destino es imprevisible.
El viaje comienza con la despedida de quien se queda en tierra: ¡Que vaya bien! ¡Que disfrutes! ¡Hasta pronto! ¡Buen viaje! ¡Nos vemos a la vuelta! Y las: ¡Gracias! ¡Te echaré de menos! ¡Cuídate! ¡No te olvido! De quien parte hacia lo desconocido.
No seas otra, sigue siendo tú misma, la misma de siempre, la misma de ahora, la misma que conocí hace unos meses, la misma que muta en otras versiones, pero que sigue siendo la misma: tú misma, no quiero a otra.
La Luna es un espejo que brilla con luz prestada. Tú brillas con tu propia luz, la que sale de dentro de ti y veo en tus ojos cuando te miro en noches como esta, de luna casi llena.
Amaneció y la cafetera silbó con
fuerza. Bajo la sombra el camino es más llevadero en una mañana desértica. De
la mano recorremos calles vacías. Hay un museo donde te expones a mis miradas y
un árbol gigante que nos ve pasar. Unas cañas cerca del arco refrescan la
garganta y en Togo alimentamos el cuerpo. De regreso hay siesta, nacionalmente,
película y sofá. Habrá que bajar la basura, pasear de nuevo y tomar algo antes de
acostar. La noche será corta, pero dejará huella y recuerdos para nunca
olvidar.
Me inspiras a seguir la narración: Fue tu paciencia, no meter prisa, todo estaba bien porque ya estábamos juntos. ¿Qué más daba llegar a una hora u a otra? Darle importancia a lo que la tiene.
¿Pararse a comprar algo? ¿Detenerse
en el camino? ¿Tráfico en la carretera? ¿Sitio donde aparcar? … Nada es un
problema, o puede que tú no quieres que sea un problema y lo enseñas así.
Aprendemos al lado tuyo lo verdadero de la vida
Las horas en la playa, los baños
de agua y sal, los paseos por la orilla de una playa natural y el sol y el
viento rozando nuestra piel.
De vuelta, el sol tumbándose y la
música acompañando en un momento de ensoñación, donde la mente se imagina,
sueña que está lejos por caminos desérticos.
Anocheciendo en la cuidad,
desnuda por el verano de agosto, alimentamos nuestros cuerpos de forma ahumada.
Diferente, sin pena ni gloria.
Dispuestos a descansar nuestros
cuerpos después del día no sin antes acariciándonos y dejándonos llevar con
aviso y sin aviso.
Las tardes de domingo en la
ciudad desnuda por el Sol.
Siestas interminables donde los cuerpos apenan pueden despegarse, donde las ganas de hacer algo no vienen y donde una se deja acariciar por su amante, ese novio, marido, amigo, compañero y confidente. Donde en ese momento de trance los secretos más íntimos salen a la luz, donde se exponen hechos de una vida pasada que nadie conocía. Y así, abandonándonos a la sinceridad, una claridad se agolpa y ya cabalga en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Hay una nueva conexión, un nuevo lazo de unión de dos cuerpos cuando apenas llevan ocho meses de conocimiento mutuo.
Tendrás que irte, marcharte en cualquier momento, iniciar el camino hacia un lugar inconcreto sin esperar encontrar lo que nunca has buscado, atravesar la oscuridad, fundirte con el firmamento y por fin, de una vez por todas, alcanzar tu sueño.
No sé porqué, pero eras tú o no sería nadie. Fue una intuición, una conexión desde el primer momento. Y al salir de allí ya era otro y tú serías otra, sin darte cuenta. El tiempo nos dio la razón y el sentimiento, de corazón.
Te detienes y das un respiro al cuerpo para que pueda seguir a tu espíritu incansable. Aprovechas para fotografiar la belleza que, como si de un espejismo se tratara, hueles, sientes e intuyes delante de ti. Terminada la ruta y pasado un tiempo, podrás recordar y revivir esos mágicos momentos y demostrarte que no se trató de un sueño, despierto, en una noche de insomnio.
Se encontraban periódicamente en las vías de la estación, frente a frente, mirándose a los faros y se enamoraron: 03/14, una historia de amor sobre raíles. ¿Quién dice que las máquinas no sienten?
Dicen que no se debe sufrir por amor, que eso es apego. Esa es la teoría que el corazón no aprende ni tiene porqué hacerlo, para eso está la razón.
Tú eres la clave, esa dovela que, en un arco románico, gótico, de herradura, o de cualquier otro estilo arquitectónico, está en el centro y mantiene el equilibrio, mi equilibrio, y sin ella todo se vendría abajo.