Verdaderamente, si amasemos a los demás como a nosotros mismos, no caeríamos tan frecuentemente en desplantes, ofensas y malas contestaciones; nuestra vida social sería otra bien diferente y el mundo respiraría mejor, con aires más puros. Es cuestión de actitud, de vernos reflejados en los otros y ofrecerles todo aquello que poseemos para que nada nos sobre. Amén.
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