Por San Silvestre, corriendo, se nos va el año. Para unos fue bueno y para otros malo, al resto, tal vez, los dejó indiferentes. Por suerte, para mí fue inolvidable, ojalá pueda decir lo mismo el año que viene.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Por San Silvestre, corriendo, se nos va el año. Para unos fue bueno y para otros malo, al resto, tal vez, los dejó indiferentes. Por suerte, para mí fue inolvidable, ojalá pueda decir lo mismo el año que viene.
Es complicado mirar más allá, o más atrás, y más acá, a la vez y que salga todo enfocado. Dos palabras, escritas, pronunciadas, leídas, escuchadas y sentidas, lo dicen todo.
En mi belén caben todos, no hay límites ni restricciones, ideas ni religiones que afrentar, basta con querer estar y respetar a los demás.
Antes de que tú me escribas, te escribo yo. Negro sobre blanco con música de blues. Los planes se desbaratan sin querer. Lo que iba a ser, ya no puede ser. Ser, estar o parecer, nos decían, pero lo nuestro es otra cosa. No hay palabras, o las hay todas. Ordenadas o desordenadas, qué más da. Lo que sí pudo ser, entre tú y yo, ya lo es. Lo es, para mí, desde el primer soplo de viento tramontánico, ese que me puso loco de desatar. Y espero que lo siga siendo para ti, pues ya no imagino mi vida sin ti. Por eso, antes de que tú me escribas, te escribo yo, buenos días amor.
Debemos recuperar la inocencia, el candor que nos permita contemplar el mundo tal y como lo hemos imaginado de niños.
Hay señales que avisan de un posible cambio en la trayectoria de tu vida. Seguir recto por el camino que traes o tomar un desvío que no sabes a dónde conduce, pero que llama tu atención y despierta tu intuición.
Lucía el árbol con todo su esplendor en la noche mágica. Recuerdo y memoria de ritos paganos del solsticio de invierno, de fiestas saturnales y del nacimiento del Sol Invictus. Ahora es Nochebuena y vamos a celebrarlo por el rito cristiano, mañana el tiempo dirá.
Después de la niebla hay una mañana fresca donde el sol promete, calienta, da luz y esperanza. Hoy, más que el resto de otros días y noches, donde la ilusión de algunos, la añoranza de otros y las promesas de muchos inundan ese corazón que late, lento, rápido, rítmico y a su albedrío. Donde reúne a familias de todo tipo, cobija al solitario y da calor al que no tiene techo ni un trozo de pan con el que alimentarse. Así se presenta ese día en Albacete, me dice Adela y aquí lo cuento.
Loco de atar estaba, pero andaba muy suelto y no había manera de que entrara en razón. Sus razones tendría, digo yo.
Hay otras formas de llamar sin llamar la atención, pero no son tan nostálgicas. Si quieres entrar, coge mi mano y llama.
Hay una ventana que se abre al infinito y un mar azul intenso y luminoso por delante. Detrás estamos tú y yo contemplando el espectáculo y sintiendo que la vida nos lleva sin querer, ¿Quién sabe dónde?, pero queriendo tanto.
En escenarios de otoño entramos: Restos de nieblas, luces ocres, hojas muertas, silencio, calma, olor a tierra mojada, un poco de frío y por dentro latidos de nostalgia y melancolía.
A veces, nuestra mente se adentra por calles estrechas y luego le cuesta encontrar la salida, pero es necesario hacerlo, pensar sin saber muy bien a dónde vamos forma parte del recorrido.
Amarillas y ocres hojas de otoño,
sin vida, caen.
Caen suavemente a golpe de un
viento frío
y crujen nuestras pisadas sobre alfombras de oro.
A modo de espejo, un charco me permite ver el cielo. Minúsculo océano en mitad de la plaza donde pesco recuerdos.