Para conectar espacios, a diferentes alturas, se ideó la escalera. Subir y bajar nos permite. Y en el rellano descansar, tomar aliento y continuar, pues la vida es un tránsito de aquí para allá.
“Tal vez mi destino sea eternamente ser contable, y la poesía o la literatura una mariposa que, parándoseme en la cabeza, me torne tanto más ridículo cuanto mayor sea su propia belleza”. Fernando Pessoa
Para conectar espacios, a diferentes alturas, se ideó la escalera. Subir y bajar nos permite. Y en el rellano descansar, tomar aliento y continuar, pues la vida es un tránsito de aquí para allá.
Los grandes amores se cocinan en cualquier recipiente. Es cuestión de ingredientes, fuegos templados y ardientes, paciencia, sentido del humor y una pizca de suerte.
No hace falta que me pidas lo que me pides, ni que me digas lo que quieres, ni lo que dices. Tan sólo nombrarlo, tan sólo verte y mirarte y besar tus labios, tan sólo recordarte y tan sólo tocarte. Entonces las palabras sobran, porque los cuerpos se nombran. Se borran todos los recuerdos y aparecen los nuevos, los del momento, los que perduran, y lo harán en un futuro, en ese que tú anticipas y que yo no quiero imaginar. Ahí, donde tú sabes que me acomodo y me recompongo, en ese en ese que tú anticipas y que yo no quiero imaginar. Ahí, donde tú sabes que me acomodo y me recompongo, en ese triángulo de tu cuerpo, donde las fragancias se inhalan y los sueños dejan de serlo. Entonces, ¿para qué pedir? Si con tan sólo mirarnos todo se desvanece. A mí, por lo menos, ya no tienes que preguntarme, sino acariciarme y besarme, cogerme de la mano y hablarme cómo tú sólo haces.
Adela Santurce
A veces, lo que yo quiero decir, y digo, no coincide con lo que tú quieres oír, y oyes. Sin embargo, ambos queremos decir y escuchar lo mismo, palabras que expresan sentimientos, los nuestros, y unen, nos unen.
Nuestras plegarias giran y se retuercen elevándose al cielo con la intención de ser escuchadas por el Divino y obtener de él aquello que, para nosotros, por nuestros propios medios, pensamos que es imposible. Desde el origen de los tiempos, alguien nos enseñó a rezar y seguimos haciéndolo incluso habiendo perdido la fe.
¿Para qué sirve un espejo si nada ni nadie se sitúa delante de él? ¿Y si lo hacen? ¿Para mirar atrás y también para ver el presente? Yo puedo ver el futuro, aunque tú no creas en él, porque intento mirar más allá cuando me reflejo a tu lado.
Hay días para todo, todos los días, cada día para algo nuevo y diferente, o para repetir lo de siempre, pero el amor, intrínsecamente, o mojado, o sin mente, está ahí todos los días esperando a que alguien lo rescate y lo ponga a circular con miradas, gestos, palabras y detalles. Todos los días deben ser una celebración y hoy, aunque no sea San Valentín, no será una excepción.
Pensar no sé muy bien lo que pienso ni voy a perder el tiempo pensando en ello, pues sólo me queda tiempo para ver, sentir y expresar lo que veo y lo que siento.
Valiente hay que ser, más que valentín, para decir, sin miedo, delante de todos y para que se sepa: "te quiero".
No es fácil abrir nuestra mente a los demás, contar lo que pensamos y expresar lo que sentimos. Tal vez la amistad y el amor son las únicas llaves que consiguen hacerlo.
Un arco de piedra enmarca el paisaje y nos invita a concentrar la mirada. Al fondo, un cielo azul con nubes pinceladas, el verde de las montañas y la naturaleza domesticada. De cerca, personajes que se mueven, movidos por la curiosidad que les ha despertado el lugar, y yo, con una cámara de fotos cualquiera, capturando el instante antes de que desaparezca. Cada momento es único e irrepetible, cada segundo de nuestras vidas lo es, no importa el sitio, el momento o la compañía, si la hay. Lo que de verdad importa es vivir con emoción sin perder de vista el más mínimo detalle, porque ya nunca más volverá a repetirse.
Atenta a lo que sucede, captas el mensaje y en tu aprendizaje te quedas con la esencia. La vida es todo: lo bueno y lo malo, lo feo y lo bello, el amor y el odio, nacer en cualquier amanecer, de fuego o hielo, y regresar a la nada.
En la sobremesa, alados invitados acuden a limpiar la mesa. Con desparpajo, se mueven por el mantel, entre migas de pan y aroma de café. Captan nuestra mirada mientras les dejamos hacer. Buscarse la vida es su elección, sabia lección para quienes hemos desechado esa opción.
Centro la mirada en lo cercano, en quien camina a mi lado, pero sin perder de vista el futuro que se anticipa y, aunque es incierto, lo imagino y te imagino sin reparos.
Con la tormenta llega el viento, los truenos, los relámpagos y la lluvia. Todos ellos son necesarios para limpiar la atmósfera, regar los campos y aclarar la mente. Tras ella, se instala la calma y se respira mejor. Sin embargo, no es sano vivir constante-mente atormentados.
A veces, lo que uno quiere es morir, pero no sabe cómo. Debería de haber un servicio público o privado que facilitara ese trámite, el paso de ser a no existir sin tener que recurrir a suicidios estrepitosos. A veces, lo que uno quiere es vivir y tampoco sabe cómo.
Amarnos de valor y despojarnos de antiguas vestiduras, caminar desnudos por la playa sin rubor, contemplar la puesta de sol y apostar por un nuevo amarnecer juntos, orillamar.
Cuanto más lejos te vas, más cerca te siento. La distancia nos une y acorta la sensación de alejamiento. Hay que volar para regresar con más energía y sentimiento.
Viceinversamente a lo que tú piensas, yo opino todo lo contrario y aun así llegamos a la misma conclusión, que no es otra que la del amor mutuo.