No hace falta que me pidas lo que me pides, ni que me digas lo que quieres, ni lo que dices. Tan sólo nombrarlo, tan sólo verte y mirarte y besar tus labios, tan sólo recordarte y tan sólo tocarte. Entonces las palabras sobran, porque los cuerpos se nombran. Se borran todos los recuerdos y aparecen los nuevos, los del momento, los que perduran, y lo harán en un futuro, en ese que tú anticipas y que yo no quiero imaginar. Ahí, donde tú sabes que me acomodo y me recompongo, en ese en ese que tú anticipas y que yo no quiero imaginar. Ahí, donde tú sabes que me acomodo y me recompongo, en ese triángulo de tu cuerpo, donde las fragancias se inhalan y los sueños dejan de serlo. Entonces, ¿para qué pedir? Si con tan sólo mirarnos todo se desvanece. A mí, por lo menos, ya no tienes que preguntarme, sino acariciarme y besarme, cogerme de la mano y hablarme cómo tú sólo haces.
Adela Santurce
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