viernes, 7 de enero de 2011

Una simple idea.


Llega una idea, solitaria y perdida, a instalarse en el centro de operaciones de mi debilitado cerebro. Trae consigo un virus emocional dispuesto a propagarse por las sinapsis neuronales y tomar el control de mis decisiones.
La acepto con ganas, con ilusión y esperanza, porque se trata de una idea nueva, diferente, alucinante.
Es una idea brillante, con luz propia inextinguible y deslumbrante.
Intento encontrar otra que esté a su altura, busco compararla con las más innovadoras y no llega, no surge nada parecido que asombrosamente alcance su altura.
Es una idea final, última, definitiva del pensamiento científico, humanístico y religioso. Imposible pensar que hasta hoy no hubiera aflorado para dar respuesta satisfactoria y contundente al caos social que nos rodea, que nos lastra.
Es una idea perfecta y sencilla para un mundo tarado, complejo, abstracto y complicado donde el tiempo, el espacio y los sentidos están comprimidos bajo una presión insoportable dispuestos a estallar en cualquier momento y expandirse siguiendo la estela del universo que nos alberga.

He aquí la idea:

I Intenta
D detener
E el
A ahora.

(Dedicado a las mentes que meditan en la NTK)


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